“Aun recuerdo lo que
sucedió aquel día. La batalla no estaba nada más que empezando, cuando Loken y
sus hombres se enfrentaron a Abaddon y la Legión Negra. A mi lado estaba el capitán
Vipus, quien, como yo observaba lo que estaba pasando. Vi la tensión que había
entre ambos cuando estaban hablando, y la tensión de todos los que los
circundaban. Incluso con el casco puesto, Vipus me transmitía una tensión
increíble. Eran más sus gestos, aunque no podía ver su cara, oculta.
Y cuando empezó el
combate, aquello fue a más. Cada golpe que daba Loken, a su vez era dado por el
capitán. Y esto no fue nada comparado con lo que, a todos, nos dejo fríos, que
fue la aparición de repente, de aquel gigante, quien paro los dos golpes tanto
del Comandante como de Abaddon. Era imponente, con aquella armadura de
exterminador gris oscura, y como, casi sin esfuerzo tenia trabadas las armas de
ambos tanto de Loken como de Abaddon. Mire a Vipus y este, con un ademán, me
hizo saber que no comprendía lo que pasaba, pero fuera lo que fuera esto iba a
ser malo y las cosas irían a peor”.
-
¡Basta ya!, ¡Dejad de pelear, Hermanos!- dijo
con voz grave la figura.
Loken miro a la figura que estaba entre él y Abaddon. Era un
exterminador enorme, más alto que él y que su rival. Vestía una armadura de
color gris, pero parecía casi negra. De su cintura colgaban calaveras de
enemigos muertos, pero en sus manos llevaba una maza, y en la otra unas garras con
un bolter de asalto acoplado en ellas, con las que sostenía su espada sierra,
mientras que con la maza había detenido el golpe de la Garra de Horus Abaddon.
La figura, sin apenas esfuerzo separo a los dos rivales.
Entonces fue cuando Loken vio de verdad al extraño. Su porte era distinguido,
pero un toque caótico empañaba tal visión. Su rostro, su rostro le era
conocido, no literalmente, pero si algunos de sus rasgos. Al igual que Abbadon
aquel era un hijo de Horus. Y lo veía por la facciones, claras y parecidas al
Señor de la Guerra. No lo conocía, tal vez fue creado después de la traición de
Isstvan, pero el aura que le envolvía emanaba maldad.
-
Soy Udyat el Sombrio, Señor de los Elegidos de
Udyat, vuestro hermano- dijo el exterminador.
Loken se fijo aun más y múltiples
símbolos del Caos lucían en su armadura, tanto estrellas como otros símbolos
como calaveras. Pero lo que más le sorprendió, sin duda fue el símbolo que
llevaba en la hombrera izquierda, un símbolo que hacia siglos que no veía, el
Ojo de Terra. Pero este Ojo era distinto, pervertido por la esencia del Caos.
-
Hermanos- continúo el extraño-, estáis aquí los dos, junto con vuestras legiones
luchando. Recordad una cosa, sois hermanos y una vez estuvisteis en la misma
Legión, los Hijos de Horus. Tú Abaddon fuiste su Primer Capitán y líder
respetado. Es hora de dejar atrás todo y que Lobos Lunares y Legión Negra se
unan de nuevo y formen una sola Legión, de nuevo ser la Legión de Horus.
Abaddon miro al extraño y sonrió.
Loken vio un atisbo de lo que se avecinaba. Aunque hacia siglos que no lo veía,
sabia como era Abaddon y como reaccionaria. Ahora mismo era una bomba a punto
de explotar.
-
¿Y tú nos dirigirás?- dijo Abaddon señalando a
Udyat.
-
No mi Señor, Horus.
-
Eres un estúpido mentiroso- dijo Abaddon, su
paciencia estaba a punto de colmarse, solo faltaba un empujoncito más y
estallaría la rabia contenida-, Horus esta muerto hace diez mil años. Lo mató
el Emperador Cadáver en su nave en Terra. Yo recogí su cuerpo y huí al Ojo del
Terror.
-
Se esa historia- le contesto Udyat-, pero no me
la han contado así. Tú no recogiste el cuerpo de nuestro Señor, sino que lo
destruiste, apoderándote de su Garra.
Ahora si Abaddon ya exploto.
-
¡NO SABES NI LA MITAD, ESTUPIDA IMITACION DE
HORUS!- dijo Abaddon-, ¡YO SOY EL VERDADERO HEREDERO DEL SEÑOR DE LA GUERRA!
¡YO SOY SU VERDADERO HIJO!
Abaddon miro a Udyat. Su mirada
destila un odio abismal. Loken sabía cual seria su siguiente movimiento. Con
unas señas, indico a Radiax que se debían de retirar. Debían de salir de allí
todo lo rápido que pudieran, ya que se iba a armar una buena.
-
Mi Señor H…- Udyat no pudo terminar.
-
TÚ SEÑOR HORUS NO EXISTE, ES UNA FALACIA. ¡YO
SOY EL ÚNICO, EL ÚNICO SEÑOR DEL CAOS, NO LO VES ESTÚPIDO IDIOTA! ¡TODOS LOS
GRANDES ESTÁN AQUÍ CONMIGO Y TÚ ESTAS SOLO!
Ese momento fue el que aprovecho
Loken para ejecutar su plan, sabía que ya nadie podría detenerlo. Debían de
desaparecer mientras duraba la confusión, por que aquello seria un caos.
-
Nero, necesitaremos apoyo- dijo Loken por su comunicador, quien ya se había puesto el
casco-, las cosas aquí se van a poner feas.
-
Intentare mandarte a la Cuarta para que abran un
pasillo entre las tropas enemigas. No será fácil.
-
Lo se, Nero. Tengo que reunirme con Andalecius.
-
Entendido.
Moviéndose casi en sigilo, los
componentes de grupo de Lobos Lunares se reunieron. La voz de Abaddon fue subiendo de nivel, lo cual
fue aprovechado por los astartes para, casi sin que el enemigo lo sintiera
reunirse en un punto. Por señas, Loken indico a la escuadra avanzar. Cuando
Abbadon estallo estaba muy lejos del lugar.
La impaciencia y rabia de Abaddon
estallo.
-
¡SOY EL SEÑOR DE LA GUERRA!, ¡SOY EL SEÑOR DEL
CAOS!, ¡NADIE PUEDE SER MAS QUE YO!
Fueron las últimas palabras que pronuncio
antes de atacar a Udyat. El exterminador no vio el golpe, el golpe brutal que
le asesto. Con los ojos inyectados en sangre
atravesó con la Garra, la verdadera Garra de Horus el cuerpo del
caótico. Un destello dorado, seguido de un relampagueo cruzo la vista de Udyat.
Sintió como sus entrañas eran retorcidas.
Lo siguiente fue como Abaddon lo levanto y, como si fuera un muñeco de juguete,
lo lanzo unos metros. Lo único que pudo hacer Udyat fue teletransportarse.
Abaddon al ver que su enemigo huía levanto
sus brazos con gesto triunfante, y miro
con arrogancia, la arrogancia del ganador a su alrededor. Entonces un grito, en
forma de nombre salió de su garganta.
- ¡LOKEN!
“Desde
nuestra privilegiada posición vimos el
brutal ataque de Abaddon. Vimos como miro a su alrededor y como grito el nombre
del Comandante. Aquello hizo reaccionar al Capitán Vipus, quien de inmediato
dio la orden. La Décima atacaba, iba a reforzar la posición de la Primera.
También vi, como en una parte alejada, el exterminador caótico se reunía con
otras sombras grises. Se lo hice ver al Capitán, quien asintió. Había más de
aquellos guerreros. Como me contó el Capitán no los reconoció por que iban
mezclados con los Portadores, El color de las armaduras eran parecidas a las de
esa Legión antes de la Herejía, por lo que Vipus creyó que podrían ser algunos
que todavía no habían pintado su armadura de rojo sangre.
Junto
a ellos vi otra cosa. Soldados. Bueno, parecían Guardias Imperiales, pero sus
uniformes eran parecidos, pero estaban distorsionados. Eran de un color gris
oscuro, algunos llevaban armaduras antifrac pintadas de rojo, otros de negro.
En aquel momento no lo aprecie, pero cuando me enfrente a ellos en el campo de
batalla vi a varios. Llevaban mascaras, algunas metálicas otros simplemente un rebozo
ocultándole su rostro. Otros, ni siquiera eso. Estaban ya tan corruptos por el
Caos que parecían más muertos que vivos, incluso sus fluidos vitales se
escapaban por heridas o pústulas. Pero eso lo descubrí más tarde, cuando nos
enfrentamos a ellos. Y todos llevaban en una hombrera la Estrella del Caos y en
la otra el Ojo de Horus, el símbolo de los Elegidos de Udyat”
El estruendo de las motos era ensordecedor.
Parte de la Cuarta Compañía, con Thalsan al frente, se movía para abrir un
hueco por el que Loken y los demás escapar. El aspecto de Thalsan en moto era
asombroso. Si sin ella intimidaba, con su moto era un enemigo muy peligroso. La
moto estaba adornada en su parte delantera por dos rayos que salían para cubrir
sus manos. En otros Capítulos tenían formas de alas, pero Thalsan lo había
adaptado para que parecieran rayos. Los tecnomarines de la Legión no se
acercaban a los vehículos de la Cuarta. Solo los astartes de la Cuarta
arreglaban sus vehículos, ya fueran Speeders o motos. Cada moto era única,
personalizada. El vehículo era una extensión más del astarte, como si formara
parte de él. Cada moto de las diferentes escuadras era singular y había algo
que las distinguía. La Cuarta estaba formada por seis escuadras de motos y tres
de Speeders, además de la escuadra de Honor, que acompañaba a Thalsan. Estos, a
imagen del Capitán, llevaban también guardapolvos de diferentes colores. Eran
tres su Guardia de Honor, los tres vestidos con distintos colores. El
guardapolvo de Thalsan era de cuero negro, algo gastado y raído, por lo que
parecía más de color gris que otra cosa, An-sha, vestía un guardapolvo blanco como la nieve, en la parte delantera de la moto llevaba, en
donde debería estar el faro, la cabeza de un Lobo. Shen-san, era de color
marrón oscuro, con cubiertas de dorado. En su pecho llevaba una espada con dos
rayos, símbolo de ser el segundo de la Compañía. Y el último era Jin-shue. Este era sin duda el más joven de
los tres, pero no por ello el menos importante. Como el resto se había ganado
el puesto que ocupaba. Su moto llevaba unas alas como las de un ángel. Cuando
le preguntaban por qué llevaba eso, en vez de un rayo, respondía,”Si los
Sangrientos y los Oscuros las llevan ¿porqué no yo?”
Entre sus compañeros le llamaban Ángel,
mientras An-sha era Lobo y Shen-san era Trueno.
Pero al Capitán todos le llamaban Thalsan, el nombre que le pusieron en los
Cicatrices Blancas.
Todos habían escogido sus nombres basándose
en raíces chogorianas.
-
Lobo, ¿que harás cuando termine la batalla?-
dijo Trueno, quien hablaba a través de su comunicador general en la moto.
-
Primero terminemos con esto y después ya
veremos- le contesto- no creo que al Comandante le haga mucha gracia que por
culpa de tu cháchara lleguemos tarde, se
encuentra entre dos fuegos.
-
No te preocupes por eso, siempre podemos echarle
la culpa a Ángel, que es el más lento.
-
Creí que eras tú Trueno, el más lento- respondió
Ángel, quien si llevaba puesto el casco.
-
Chico yo soy un relámpago letal, como indica mi
nombre. ¿Tenéis las armas preparadas?
-
Afirmativo- respondió Ángel- solo una cosa Rayo,
a ver cuando hablas con Arteus para ver si termina de una vez de adaptar las
armas. Me veo un poco tonto con este rifle de plasma, cuando alguno de nuestros
chicos llevan ya las armas nuevas modificadas.
-
Siempre quejándote- le contesto Lobo-, yo voy
con un fusión y no me quejo.
-
Si pero es de los nuevos, de los portátiles.
¿Crees que puedo conducir esta moto con este armatoste en mis manos?
-
Dejad ya de protestar- dijo Thalsan-, la próxima
vez que os escuche protestar de esa forma os vais a enterar. Y tú Ángel, podías
haber cogido una pistola de plasma en vez de quejarte tanto. Ya sabéis lo que
tenemos que hacer. El comandante nos necesita ya en combate, así que a correr.
La moto de Thalsan salió disparada como un
rayo, atronando a su paso. Iba armado con una lanza de energía de la que
colgaban distintos juramentos del momento. La empuño, dispuesto arrasar al
primer enemigo que se le cruzara, algo que no tardaría mucho en pasar.
Loken avanzaba rápido con sus hombres. No
miraba a tras, era un error hacerlo ya que lo único que vería seria el
maremágnum negro que tenían detrás. Debían de avanzar solo eso les valdría.
Miro a Radiax, quien no llevaba puesto casco y le dijo algo, sin palabras. Loken le contesto por el casco, por un canal
privado.
-
No lo sé.
-
¿Estas seguro?
-
Si, ese exterminador me da mala espina.
-
Tú lo escuchaste lo que dijo, ¿Horus estará
vivo?
-
No creo, Abaddon se encargo de hacer desaparecer
su cuerpo después de arrancarle la Garra.
-
¿Quién entonces ese Horus?
-
Pueden ser dos cosas, un engaño, o un amigo que
creí que murió hace mucho tiempo. Dejémoslo, Radiax. ¿Los hombres están
preparados?
-
Si, con munición suficiente, tormenta y e
infierno.
-
Bien si quieren un infierno lo van a tener.
Loken paro el grupo. Delante de ellos
estaban los heréticos de los Portadores de Palabra. La posición de la Primera
estaba cerca, pero para llegar hasta ellos deberían de atravesar la muralla de
heréticos.
-
Hay están.- dijo Loken a todos- Son los
Primeros Heréticos, los primeros que nos
traicionaron. Ya hemos luchado con ellos antes- miro a Kernya y este asintió-
saben quienes somos, de que estamos hechos. Vamos a demostrarles lo que es un
Lobo Lunar.
Y al decir esto, la formación en punta de
lanza abrió fuego. Una llamarada de fuego impacto en los heréticos que fueron
consumidos por el.
Las motos de Thalsan atacaron por el
costado izquierdo. El primero en caer fue un
Paladín del Caos, que llevaba una armadura roja llena de cráneos y de lo
que en su día fueron juramentos, ahora convertidos en jirones demoniacos. Se lo
llevo por delante, atravesándolo con su lanza. Un chisporroteo de energía y un olor
a quemado fueron la señal que le indico que el herético estaba muerto. Lo
siguiente fue un revoltijo, un caos de fuego y acero que provenía del choque,
literal de las motos con los cuerpos de los enemigos. Los bolters acoplados
acribillaban a los caóticos, que caían sistemáticamente, mientras los
lanzallamas y las armas de fusión
quemaban, literalmente sus cuerpos. Más de un enemigo caía con un agujero
producido por el cañón de fusión de alguna moto, o era quemado vivo por los
lanzallamas. Mientras por la retaguardia se enfrentaban al huracán de fuego que
eran Loken y sus dos escuadras.
Nero llego hasta la posición de Andalecius,
donde combatía, codo con codo contra la marea de enemigos que chocaba
incesantemente.
“Cuando
llegamos a la posición de la Primera vimos al Capitán Margol como los dirigía.
Para mi fue un shock, ya que era la primera vez que veía a los astartes en
combate tan de cerca.
Él
era el primero, dirigiendo a sus legionario. Sobresalía del resto, ya fuera por
su armadura, negra como la noche, o por su porte. Llevaba en una mano una
espada de energía, que parecía de fuego y un escudo tormenta en la otra. Él era
el primero en punta de lanza de la unidad de asalto, todos armados con escudos
de combate. Escuche su voz que decía, Aguantad. El enemigo intentaba asaltarlos
pero los astartes, armados con armas de energía la mayoría, lanzas, espadas,
mazas, hachas e incluso martillos tormenta aguantaban al enemigo. Soportaban la
carga. La voz del capitán sobresalía del resto.”
-
¡Aguantad!- dijo Margol.
Los astartes de asalto, con los escudos
retenían al enemigo.
-
¡Aguantad!- volvió a decir, el empuje delos
caóticos era increíble, pero increíblemente lo aguantaban.
-
¡Empujad!
La orden fue obedecida de inmediato por el
grupo, que empezó a empujar a los enemigos, los moverían como unos veinte
metros.
-
¡Atacad!- dijo ahora Margol. Él fue el primero
en hacerlo, partiendo por la mitad a un legionario del caos con su espada.
Lo que siguió fue una marabunta. La
formación se abrió, con él al frente y la carga que se produjo fue mortal. Los
caóticos salían despedidos, mientras las escuadras de asalto de la Primera, con
la Catulana al frente, destrozaban a los enemigos.
Nero lo miro y tomo una decisión con
determinación.
-
¡Atacad!
El ataque de apoyo de la Decima fue,
combinado con el ataque de las escuadra de asalto demoledor. Nero dirigía a sus
hombres, los tácticos disparaban sus bolters directamente a las cabezas de sus
enemigos, los devastadores destrozaban con las armas pesadas la carne y la
ceramita por igual.
“Fue
la primera vez que entre en combate. Enardecido por el ataque de los astartes, me
uní a ellos y dispare mi pistola láser. Abatí a un caótico, un cultista que
vestía harapos, una mascara sanguinolenta quedo en su cabeza cuando un disparo
atravesó su cabeza, fue mi primer afortunado disparo. Pero entonces yo fui como
los demás, otro objetivo más.
Vi
como la Primera, a unos metros de mí, masacraba a los legionarios de los
Portadores. Las armaduras carmesíes eran destrozadas por el ataque combinado de
armas de cuerpo a cuerpo. Era monstruosamente deleitante ver como, el Capitán
Margol y los suyos destrozaban las filas del enemigo. Su ataque era coordinado,
casi de libro. Sus enemigos caían sistemáticamente. La formación solo se abría
para que asestasen golpes mortales. Cada golpe era un enemigo muerto. Me quede
quieto, como petrificado cuando la marea roja era detenida por la marea negra.
Armaduras negras y negros hábitos. Pero no todos los astartes llevaban hábitos.
Las escuadras tácticas solo llevaban las armaduras negras. No me había fijado
en ello, solo el sargento llevaba una de estas túnicas, como para indicar que
era un veterano. Las escuadras de asalto de veteranos que acompañaban al Capitán iban todas con túnicas, ya que
eran como su guardia más cercana.
Tan
ensimismado estaba que, no vi que un enemigo se acercaba a mi. Afortunadamente
reaccione. El caótico gritaba detrás de una mascara metálica oxidada. Cerré mis
ojos y dispare dos veces, casi a quemarropa. Los abrí y vi como el enemigo caía
al suelo, lentamente con un impacto de láser en su pecho y otro que había
destrozado su mascara. Me acerque y pude comprobar que, su ropa eran prácticamente
harapos de color carmesí que contenían su cuerpo. La mascara, destrozada dejaba
entre ver la silueta de lo que en su día fue un rostro humano, ahora
distorsionado por la maldición del Caos. Tenía en el rostro, puesto
directamente como pinchos, que se adentraban en la carne y sanguinolentos.
Algunos estaban como oxidados y esta podredumbre se había transmitido a la zona
en la que estaban atravesada la carne. Era un espectáculo grotesco, a la vez
que turbador. Que una persona hiciese eso, no podía comprenderlo. De repente un
sabor agrio vino a mi boca. No pude soportarlo más y de repente, un dolor agudo
en el estomago subió por mi garganta. Casi sin querer, vomite. Me agache y
vomite todo lo que tenia en mi estomago. Era algo que no podía controlar.”
Dos de los astartes, los que Nero había
asignado a la protección del joven rememorador, se acercaron a él y lo
protegieron. El chico estaba de rodillas, vomitando. Uno de los astartes rió
por su casco, pero el otro le hizo una señal y disparo una ráfaga de proyectiles
explosivos que tumbaron a un par de legionarios enemigos.
-
Estoy bien- dijo el chico.
-
Continuemos. Tenemos que reunirnos con el Capitán,
no podemos rezagarnos.
El chico asintió.
Loken
vio como Thalsan había abierto un pasillo. Era el momento de aprovecharlo, para
poder introducirse en las líneas enemigas y avanzar hasta la posición de la
Primera. Thalsan y sus hombres abrían la marcha mientras que Loken y los suyos
avanzaban detrás. Lo que veía era un reguero de cuerpos destrozados por los
disparos de los bolters acoplados o por el uso de armas de fusión, bolters de
gran calibre o simplemente por armas de combate cuerpo a cuerpo. Masas
sanguinolentas se agolpaban en el camino. Loken, así mismo como Radiax
advirtieron que muchos, la mayoría eran heréticos, había pocos legionarios. Por
el color de sus ropas, los que tenían y de sus símbolos vio que eran Portadores
de la Palabra. Sin duda estaban atacando
de fuerte a la Primera.
Nero vio como las motos de Thalsan llegaban
a su posición, arrasando a los enemigos que encontraban. Sabia que detrás
venían Loken y su grupo, eso era seguro. Llego a la posición cerca de Margol y
hablo con él.
-
¿Qué tal van las cosas, Andalecius?
-
¿Cómo quieres que vayan capitán?, pues bien.
Hemos rechazado ya a los enemigos veinte
veces, y veinte más los rechazaremos.
-
No te confíes, chico-le dijo Nero-, sabes que
solo te estas enfrentando a los Portadores.
-
Lo se Nero. Pero esto parece demasiado…
-
Fácil, ¿no?
-
Si, demasiado fácil.
-
Ya se complicara la cosa, no te preocupes. Y a lo
mejor antes de lo que supones- dijo señalando a la nube de polvo que levantaban
las motos de Thalsan- ¿Sabes lo que significa?
-
Thalsan
viene con el comandante ¿no?
-
Si, significa problemas.
Tarik vio como el ataque combinado de
Guerreros de Hierro e Hijos del Emperador se unían a hora los Mil Hijos de
Ahriman.
Se acercó a la Inquisidora.
-
Ha resistido bien los ataques hasta ahora.
-
Usted también Tarik y su lobo ha matado a varios enemigos que se le acercaban
peligrosamente.
-
Reev me protege, eso es todo. Es un depredador.
-
Pues según parece nuestros amigos vienen por más
¿no?- dijo la inquisidora señalando a un grupo de Hijos del Emperador.
-
Por lo que parece si, Compañía, vamos a tener la
visita de los Ruidosos, vamos a prepararles un buen recibimiento.
La inquisidora vio un compacto grupo de
legionarios traidores, estaba compuesto por varias escuadras de Guerreros de
Hierro apoyadas por marines Ruidosos de los Hijos del Emperador.
Los Lobos de Tarik se prepararon para el
ataque. Los Guerreros de Hierro avanzaban, con paso lento pero decidido,
apoyados como estaban por los Ruidosos, También se les veía como detrás de
ellos un equipo montaba lo que parecían cañones de combate. No se habían visto
vehículos, lo que indicaba que no se los habían tomado en serio, seguros de su
poderío.
La inquisidora miro atentamente como un
grupo de Lobos se preparaba para el ataque. Suicidamente iban a cargar,
mientras un grupo de tácticos y otro de devastadores los cubrían. Y comenzó el
tiroteo.
Vio como, los Lobos de Tarik avanzaban
corriendo, gritando. Iban armados con espadas sierras dobles, hachas tanto de
una mano como de dos manos, martillos, espadas de energía, garras y puños de
combate. Avanzaban sin pausa, a la carrera mientras los devastadores lanzaban
una marea de acero y fuego sobre el enemigo. Y también vio como, por uno de los
flancos avanzaba la escuadra táctica. Comprendió que aquel ataque era ensayado,
ya que mientras el enemigo centraba su atención en las cuatro escuadras de
asalto, los devastadores los cubrían con fuego de supresión y la escuadra de
diez hombres, armados con bolters,
rifles de plasma y algún que otro
cañón, avanzaba casi a hurtadillas para colocarse en un punto en el que el
enemigo no los detectaba. Sabía que el ataque de esta escuadra iba a ser devastador. Observo.
Las escuadras de asalto avanzaban saltando
por encima de los muertos gritando y atrayendo al enemigo. Bajo el fuego de
supresión de los devastadores cayeron varios legionarios enemigos, y también
varios Lobos de los asaltantes cayeron heridos
o muertos, pero aun así seguían avanzando comiendoles terreno. La
escuadra táctica estaba en posición, y a una señal convenida, abrió fuego.
El enemigo se encontraba ahora entre el
fuego de supresión, el ataque de las escuadras de asalto y el ataque lateral de
la táctica que los bombardeaba con plasma. Los Ruidosos abrieron fuego. Un
sonido discordante, muy molesto salió de sus armas. Sonaba como un instrumento
antiguo que ella había visto en Terra, en un museo. Se llamaba guitarra
eléctrica, pero su sonido era más agradable,
mientras que las armas de los Ruidosos emitían como un zumbido distorsionado,
sin ritmo. Era monótono, pero muy punzante.
Afortunadamente aquel ruido duro poco, ya
que los tácticos dispararon afortunados disparos de plasma justo en el grupo de
Ruidosos, quienes salieron desperdigados en sanguinolentos trozos mezclados con
plasma.
Los Guerreros de Hierro, al verse que no
estaban siendo apoyados se retiraron de la posición.
La inquisidora los miro como se retiraban y
en ese momento sintió algo en su interior que iba mal. No podía explicarlo,
pero sabía que algo iba mal. Cogió a Tarik por el brazo.
-
Tarik, psíquicos.
Ahriman y su sequito estaban allí, parados
en lo que fueron las ruinas de un viejo templo. Este, gracias a sus poderes de
disformidad sabía lo que era, un antiguo templo dedicado a los dioses. Y por tanto se había vestido para la
ocasión. No llevaba su armadura normal,
para esta ocasión había escogido una muy especial. Era una túnica roja, sobre
su armadura también roja y en una de sus hombreras llevaba el símbolo de su
Culto, el Corvidae. No se había puesto aquella desde la caída de Prospero,
cuando ardió por causa de los Lobos Espaciales. Era roja con detalles en dorado
y aquello le hacia sobresalir de entre sus acólitos. Además de él, les
acompañaba otro hechicero, de los Portadores de la Palabra que iba acompañado
por unos psíquicos y un chico, joven que por su porte podía ser un soldado
imperial. Con el iban a hacer un ritual.
Ahriman comenzó la Enumeraciones, que su
señor Magnus le enseño cuando lo conoció. De esta forma mantenía el control del
poder que iba a desatar, para que no lo consumiera. Comenzó con las más
sencillas y poco a poco comenzó a entonar cada vez más complicadas. Esa era la
única forma de controlar el poder de la Disformidad y que ella no le
consumiera.
A él se unieron el otro Hechicero y los
psíquicos. Juntos entonaron una salmodia.
La tierra tembló, y parte del suelo se
combo, o fueron ellos los que se combaron, no se sabía en absoluto. Ahriman
levanto uno de sus brazos y la piedra antigua, quemada por la tormenta de fuego
y después por el bombardeo orbital, se elevo. Pero no solo la piedra. Donde
antes solo había restos quemados comenzaron a salir columnas, un friso y debajo
de el dos columnas más. El suelo tembló, y la punta de un obelisco, de piedra
reluciente salió. Estaba flanqueado por cuatro columnas, cada una representando
uno de los cuatro Dioses del Caos. Dos de ellas estaban rotas, paridas por la
mitad pero las otras dos, la de Khorne y Nurgle, estaban intactas, coronadas
por unas vallas con cráneos clavados. La de Khorne estaba bañada en sangre, aún
fresca. La de Nurgle tenía un halo de
putrefacción e igual que la de Khorne, un cráneo la coronaba junto con varios
esqueletos, de los cuales salía una masa verdosa amarillenta, que caía por la
columna. Poco a poco, el terrible Sagrario del Caos fue saliendo de la tierra.
Aquello estaba allí desde hacia siglos, oculto. Tal vez fuera un antiguo templo
de los dioses del planeta, quien sabe. Pronto, el Sagrario, con un monolito y
símbolos de los dioses del Caos estaba desenterrado.
-
Ahora entrad- dijo con voz atonal.
Varios de los psíquicos entraron,
acompañando al joven. Lo pusieron en el centro, justo en el cráneo que estaba
en el centro y entonces, los psíquicos entonaron sus voces. A la de ellos se
unió la de Ahriman. Juntos sonaba un coro, un coro coronado por unos cánticos
que destilaban maldad. El joven en el centro comenzó a retorcerse, se abrió su
camisa y en su pecho había un símbolo del Caos, quizás tatuado, pero
seguramente hecho con poderes oscuros. El tatuaje comenzó a cambiar,
convirtiéndose en una herida, supurante de sangre, pero fue cambiando, hasta
que solo fue como una cicatriz. Pero duro poco en ese estado. Otra vez cambio,
esta vez sangrando, pero no solo sangraba el tatuaje, el chico sangraba por
todos sitios, y de repente, estallo.
Su sangre mancho el suelo, el monolito y
las columnas e incluso a los psíquicos.
Entonces el suelo tembló de verdad.
Ahriman, junto con el hechicero de los Portadores,
comenzaron a cantar a coro. Y entonces fue cuando comenzó a salir algo más
grande del suelo. Primero fueron unas columnas serradas, pero después, poco a
poco, salieron más cosas, unos cráneos, unas columnas coronadas por esqueletos,
antiguos guerreros de una época
anterior convertidos en piedra, y con ellos unas escaleras, que llegaban hasta
un símbolo del Caos, inscrito en el suelo. Aquello era un Templo del Caos, un
Altar de Poder.
Ahriman, seguido por el Hechicero del Caos
entraron en el y rápidamente se sintieron recargados de poder. Los psíquicos en
el Sagrario, juntaron sus poderes a los de los hechiceros y entonces, solo
entonces un portal se materializo. Era de piedra, un friso sostenido por dos
columnas, con cráneos humanos y de animales. Era un portal, un portal
demoniaco.
Tan pronto como las voces alcanzaron el
culmen, unas figuras, del tamaño de un marine, de color rojo aparecieron. Eran
los primeros demonios.
La Inquisidora y Tarik lo vieron, vieron
como emergía de la tierra el templo del caos y después como, la energía
combinada de los psíquicos y los Hechiceros abrían el portal.
-
Hay que detenerlos- dijo ella mirando a Tarik.
-
Bien pongámonos en ello- dijo Tarik mirándola.
Las órdenes fueron dadas rápidamente. Los
Lobos de Tarik se ponían en marcha, acompañados por la Inquisidora. Avanzaban
con una apisonadora, lentos pero mortalmente eficientes. Delante de ellos
estaban los Hijos del Emperador, con sus rostros sonrientes deformados.
Avanzaban gritando, como si fueran bestias. La grácil forma de combatir de los
Hijos ya no existía, ahora eran una sombra de lo que fueron. Tarik estaba
preocupado, ya que Lucius no había dado señales de vida. Sabía que estaría por
algún lado. Por un lado quería enfrentarse a él, pero no estaba preparado para
ese enfrentamiento. El choque de ambos grupos fue letal. Reev destrozo a un
legionario traidor, y lo arrojo al grueso del pelotón enemigo, mientras Tarik,
con su espada atravesaba el cuerpo de otro caótico. La Inquisidora, luchaba con
su espada de energía en una mano y una pistola Inferno en otra. El disparo del
arma de fusión destrozo la armadura de un legionario. El resto de los astartes
tampoco lo hacían mal. Destrozaban a los enemigos como si fueran una extensión
del lobo, eran sistemáticos dejando a los enemigos muertos a su paso, pero aun
así, los enemigos eran demasiados. Y además, Rubricas de Ahriman se unieron a
la lucha. Estos eran antiguos legionarios de los Mil Hijos, de los cuales solo
quedaba en su interior la armadura. Pronto se vieron rodeados por estos y por
los Hijos del Emperador, mientras los Guerreros de Hierro avanzaban con armas
de cuerpo a cuerpo, para acabar con ellos.
La Inquisidora estaba rodeada, tenia
enemigos al frente y detrás. Cerró sus ojos y rezo, entono una plegaria, que no
era tal si no que conjuro uno de los poderes secretos de los inquisidores.
Desde su posición unos anillos de fuego mágico la rodearon, abrió los ojos y
extendió sus brazos y estos chocaron contra el enemigo, reduciendo a más de la
mitad de ellos solo a cenizas.
Pero aun así seguían siendo demasiados.
Tarik estaba espalda con espalda con sus hombres. De pronto escuchó un ruido,
como un motor a reacción, sabia lo que era, pero le sorprendió, más aún cuando
una mujer aterrizo delante de él.
-
¿Que te pasa hermano Capitán?, ¿tienes problemas
con estas sabandijas?
Tarik la miro. Vestía una nívea armadura,
parecida a la de los astartes, pero no llevaba hombreras. Llevaba una capa de
piel gris oscura, tal vez de un lobo o un oso, no sabia a ciencia cierta de
cual, Su casco era redondo, formando una perfecta cabeza humana, con un visor
en el cual se veía parte de su rostro de mujer. Su armadura se ajustaba a su
figura y en su pecho llevaba el símbolo del Aquila, pero la cabeza había sido
remplazada por la de un lobo. En su mano llevaba una espada de energía y
llevaba en su espalda un retrorreactor, más pequeño que los que usaban los
astartes. Era un poco más baja que Tarik, pero sus dos metros quince no se los
quitaba nadie. En su otra mano empuñaba una pistola de plasma, con la cual
derribo a un enemigo.
Junto a ella aparecieron más figuras
similares. La inquisidora las miro y
dijo para si “estas deben de ser las
Lobas”. Eran pocas, unas treinta, llevaban armas ligeras, pero como vio eran
letales a corta distancia. Tras ellas oyó el ruido de varios speeders, que
montaban bolters pesados y disparaban ráfagas rápidas sobre los enemigos.
Tarik miro de reojo a la inquisidora y dio
orden de avanzar. Iban a destrozar al enemigo.
Keller estaba, junto con el Comandante Andraxus,
espiando el movimiento de los enemigos. Esa era su misión, así de simple. Junto
con él, llevaba a un grupo de expedicionarios, como él de la Primera Compañía.
Andraxus iba con un grupo de la segunda compañía, chicos que se habían unido a
la Fuerzas Expedicionarias por que no habían pasado las pruebas. No tenían
experiencia, como casi ninguno de los que estaban allí. Ninguno menos Keller.
Keller era un astarte, podría haber estado en cualquier compañía, incluida la
Primera, pero Loken le asigno otra misión. Ser el Capitán de las Fuerzas
Expedicionarias. Su grado no era capitán, si no Comandante de Fuerza, como
Radiax. Y por supuesto, aunque Andraxus era comandante, él era quien estaba al
mando. Fue uno de los mejores, a un nivel muy alto. También fue de los
primeros, junto con Radiax y alguno de los más veteranos. Estuvo en el Mundo
Demonio, estuvo en Tallarn cuando encontraron el Fellblade. Pero después de la
reorganización, Loken necesitaba alguien en quien confiar plenamente y ese
alguien era él. Tenía experiencia y sabía llevar un grupo de soldados.
Su unidad estaba formada por una veintena
de exploradores, además de los expedicionarios. En las Fuerzas había una
distinción clara. Los expedicionarios vestían armaduras negras, con hombreras
en blanco y llevaban el símbolo del lobo lunar en su derecha. Ellos, los
exploradores, llevaban armaduras verde marino, con detalles en blanco. No era
casualidad, ya que la elección la hizo él. Cuando vio por primera vez a Loken
con su armadura, casi siendo un niño, le gusto aquel color. Y por eso aquel
color era su color. Había notado también una cosa, por lo menos después de unos
años, que algunos astartes, Lobos Lunares, pintaban partes de su armadura de
aquel color, sobre todo los integrantes de la Décima. Empezaron algunas
escuadras pintando sus hombreras de aquel color, pero hacia poco que había
visto incluso armaduras pintadas así. Pero ellos fueron los primeros, incluidos
los francotiradores con capas de camuflaje, que les hacia invisibles a los ojos
de todos. La capa de color gris crema, los protegía en ambientes rocosos o
desiertos.
Miro la situación. El enemigo se estaba
desplegando, delante de los Lobos. Desde su posición, podía ver como los
Guerreros de Hierro construían una especie de fortín, para incluir en ellos
cañones de bombardeo. Al ver esto informo.
-
Pájaros, aquí Señuelo. Están construyendo
defensas de asalto con cañones- dijo-, seria de menester bombardeo de
supresión.
-
Entendido- le contesto la una voz metálica.
A los pocos minutos, una escuadra de
Thunderhawks apareció y bombardeo la posición.
Aquello en realidad le aburría. Era solo
decir, apuntad aquí y voladlo. Él lo hacia, era su deber, pero deseaba un
combate. Estaba allí, armado con su puño de combate y llevaba en su cadera una
pistola de plasma. Eran nuevas, dadas después de la misión en el Mundo Demonio,
pero desde entonces, cuando le asignaron la construcción de las Fuerzas
Expedicionarias, no las había usado. Su armadura superior, verde marino,
tampoco tenía mucho uso. Llevaba también un pantalón gris, como las capas de
los exploradores. Junto a el tenia a varios exploradores, armados de diferentes
formas. Todos eran nuevos hermanos, en entrenamiento. Aún así eran los mejores
de los reclutas. Solo los mejores podrían estar en la Primera Compañía. El los
elegía personalmente, a todos y cada uno de ellos y los conocía perfectamente.
Serian, cuando estuvieran preparados, legionarios astartes y serian los
mejores. El resto formaban parte de la Segunda Compañía, junto con los
voluntarios. Dentro de la Segunda había una división clara, los reclutas y los
voluntarios, que formaban compañías distintas dentro de la compañía. Era
complicado, pero era fácil distinguirlos por sus uniformes. Mientras los
reclutas llevaban armaduras de explorador de color verde marino y hombreras
blancas, los voluntarios llevaban armaduras negras con hombreras verde y
detalles en blanco. También estas eran distintas, mientras que las de los
reclutas era la armadura reglamentaria,
la de los voluntarios era parecida a la antifrag de la Guardia, aunque llevaban
unos cascos con visores y completos, mientras que los reclutas no los llevaban.
En esta misión les acompañaban varios
voluntarios, junto con Andraxus. Además les acompañaba Sven, cerca de quien
estaban siempre la Manada de Lobos. Estos eran uno de los casos únicos en los
Lobos. Eran fenrisianos, huérfanos que había recogido Sven y los había traído a
Isstvan para que se convirtieran en Lobos Lunares. Llevaban la armadura verde
marino, como todos los exploradores, pero sus hombreras y ropa eran de color gris, como la armadura
de Sven. Pero se notaban que eran fenrisianos por sus armas, sus fetiches y
como por su forma de combatir. Eran valientes, hasta lo suicida y siempre
estaban peleándose o bebiendo. Se reunían mucho con Tarik, quien les tenía
mucho aprecio. Casi todos después formarían parte de su compañía, así que la
relación era muy estrecha.
Keller estaba inquieto. Algo iba mal, lo
presentía. Había designado puestos de vigilancia con exploradores, los más expertos,
con armas de francotirador y capas de sigilo. Nadie los vería y estos le
informaban cuando algo ocurría. Y llevaban mucho tiempo sin informar.
Aquel silencio le afectaba, hasta que por
fin uno de ellos comunico.
-
Aquí Alpha a Señuelo.
-
Informa Alpha.
-
Movimiento en el sector cinco.
-
¿Legionarios o cultistas?
-
Peor Señuelo, pieles verdes.
Keller comprendió de inmediato. Orkos en
aquel planeta, seguro que había venido al olor de una buena batalla. No sabia
de que bando estarían, ni siquiera si, en su frenesí de combate, atacarían a
ambos bandos. De los orkos cualquier cosa podía esperarse.
-
Señuelo, eso si, debo de decirte que son raros.
-
¿Raros?, explícate Alpha.
-
No son como otros que haya visto antes, van bien
armados, pero sus rostros y cuerpos van cubierto de pintura roja, no se si
decirte si es pintura o sangre.
Había oído rumores, rumores acerca de orkos
caóticos, pero siempre había creído que eran falsos. Los mismos orkos
desechaban a esos. Incluso los mataban, ya que suponían que eran seres
superiores, tocados por los dioses orkos. Así que los sacrificaban a ellos, a
Gorko y Morko y de esa forma los complacían.
Aquello lo dejo estupefacto, orkos
caóticos, y con toda la pinta de ser seguro seguidores de Khorne. Mal asunto.
-
Dirección Alpha.
-
Van al sudeste. Creo que se han separado del
grueso del ejército. Son unos cincuenta y van en varios vehículos
destartalados. El que los guía parece un noble y el otro es un “raro”.
Aquello de raro solo significaba dos cosas,
o era un estrambotiko, o un mekanico. Rápidamente dedujo, por su dirección
donde se dirigían. Seguro que habían visto el Manufactorum G, un antiguo
edificio, medio en ruinas, que había servía como punto de repostaje en las
rondas de vigilancia para los rhinos. No había gran cosa en él, solo
combustible y algunas armas de corto alcance como escopetas y algunos bolters.
Pero aun así, no estaba decidido a que unos orkos andarán sueltos por el
planeta.
-
Comandante- dijo Keller- tenemos compañía en el
sector cinco.
No escucho bien la contestación de Loken,
ya que había algún ruido estático que entre cortaba sus palabras, aun así le
contesto.
-
Son pieles verdes, comandante, creo que podremos
lidiar con ellos. Se exactamente a donde se dirigen, al Manofactorum G. Iremos allí,
que estamos más cerca y les tenderemos una trampa. Vendrán conmigo Sven y los
fenrisianos. Entendido.- Keller asintió. Era clara la orden de
Loken, acabar con ellos.
El Manufactorum G era un trozo de chatarra,
así lo había definido más de una vez Vipus al referirse a él. Muchas veces
Keller se había reído de las palabras del capitán, pero ahora que lo tenía
delante de él sabía que era cierto. Era un antiguo Manufactorum, anterior a la
caída de Isstvan III, pero pese a todo estaba en pie. Tenia tres secciones, la
primera era un pequeño almacén, que se usaba para el combustible y armamento y
unidos a ella por una pasarela, dos torres, una a cada lado. Eran las que
comunicaban con el hangar de vehículos, una extensión para que los vehículos
pudieran repostar, y de la tercera, solo quedaba una torre que estaba comida
por el oxido y sin posibilidad de acceso. Estaba destartalado y medio
herrumbroso, a pesar de los cuidados de varios servidores. Al verlo, de
inmediato vio sus posibilidades tácticas.
Sven estaba a su lado, mirando el viejo
edificio.
-
Estos orkos están locos, Keller- dijo con un
fuerte acento-. Ese edificio es casi tan viejo como yo, ¡jajajajaja!
Por una vez, Keller le daba la razón al
viejo lobo espacial. Sonrió y en seguida vio la táctica a usar.
La distribución era de libro. La escuadra
Sigil se situaría en la única torre con acceso, desde allí sus disparos serian
mortales. Eso si, tendrían poca cobertura contra armas de cohetes, por lo que
esperaba que los orkos no fueran armados con ellas. La manada de Lobos se
dividiría en dos escuadras, una mandada por Sven, que incluiría todas las armas
cuerpo a cuerpo y otra se emboscaría en el hangar, y desde donde podrían causar
mucho daño. Además en esta última escuadra había un lanzamisiles, el cual
destrozaría los vehículos orkos y les cortaría la retirada. La escuadra Efestos
tomaría el edificio principal, al mando de Aramus, su segundo al mando. Él se
uniría a los Lobos.
-
Me gusta el plan- dijo Sven- aunque Keller, yo
tu me quedaría con la Efestos, o con el resto de la Manada.
-
¿Por qué?
-
Avanzar a disparo limpio- dijo el astarte-, y así
apoyar a mi escuadra. Ellos nos llevan ventaja. Eso si nosotros contamos con
mejores armas.
-
Y los tiradores- dijo Keller- y también armas
pesadas.
-
Si chico, pero en un combate nunca sabes como
van a ir las cosas. Un arma se puede encasquillar o un misil no impactar en
donde debía. Creo que usando las dos escuadras, una desde uno de los flancos,
los cogeríamos desprevenidos, aunque los pieles verdes son imprevisibles.
Debemos de engañarlos, mostrarles un cebo. Los orkos no dicen que no a una
pelea, y menos contra unos marines espaciales. Yo y parte de la Manada seremos los cebos.
-
No me gusta, algo podría salir mal.
-
Los orkos se cegaran con nuestra presencia. Un
orko nunca dice que no a una buena pelea, lo llevan en sus genes.
-
Pero ¿y los vehículos?, no os podréis enfrentar
a ellos.
-
Les obligaremos a dejar los vehículos. En esta
zona la orografía es muy difícil, si además ponemos algunas barricadas y
barriles, no podrán ir en ellos. ¿Ves aquello?- dijo el lobo- tienen que entrar
por en medio de esos dos cráteres, y la única forma de hacerlo es sin
vehículos, debemos obligarlos a ello.
Sven estaba señalando dos cráteres, de
orografía muy pronunciada que estaban muy juntos. Si a su lado ponían
obstáculos, infranqueables, los kamiones no podrían pasar.
-
Aun así es una pelea de dos contra uno- dijo
Keller- no va a ser fácil vencerles.
-
Cuento con ello, con el coraje de estos hombres
y con los tiradores de élite. Ellos deberán de matar al mayor número posible.
Yo puedo con cinco o seis a la vez, con dos o tres grandes supongo. Tú también
puedes tumbar a unos cuantos con ese puño, y los bolters y escopetas pueden
causar mucho daño. Y ya no te digo nada de las armas pesadas. El bolter pesado
puede suprimirlos en su avance. Y el lanzamisiles puede destruir los vehículos,
con lo cual les cerraríamos su retirada.
Keller asintió. La idea del viejo lobo
espacial tenia sentido. Ahora debían de esperar que saliera bien.
Cada uno ocupo sus puestos. La escuadra
Sigil, oculta en la torre, esperaba que el enemigo estuviera a la vista. La
escuadra Efestos, oculta entre los restos del otro edificio, esperaba el
momento del flanqueo. Y Keller, con algunos exploradores de la Manada, estaba
oculto tras el hangar de repostaje, dispuestos a esperar la señal de ataque.
Todo debía de ser sincronizado, para sorprender a los orkos.
Sven y una escuadra de la Manada de Lobos
estaban ocultos tras una barricada. Eso de oculta era mejor decir casi oculta,
ya que la envergadura del Lobo espacial era lo suficiente para que cualquiera
se diera cuenta de que estaban allí. No le importaba, para eso estaba. Una
barricada de vigas de acero era lo que los protegía. Habían cogido varias y las
clavaron en el suelo, sujetadas a media altura por una gavilla y dos crucetas,
también de acero que habían encontrado entre los escombros. Aquella barricada
improvisada, de momento funcionaria. Eso y la mala puntería de los orkos, con
la cual contaba Sven, unido a la poca potencia de sus armas.
Desde su puesto de vigía, uno de los
exploradores vio el humo de los vehículos, que se acercaban a gran velocidad.
Era esperpéntico, casi de risa ver aquellos destartalados camiones, que
avanzaban dando trompicones. Sus tubos de escape lanzaban un humo negro. Contó
por lo menos tres y en ellos venían una horda vociferante de orkos. Desde allí, a
varios kilómetros de distancia se escuchaban los gritos. Hablo con su
comunicador a Keller.
Keller recibió el aviso y comprobó su
pistola de plasma. Su carga estaba al máximo, como no era de esperar. Aquel
arma era potente y fiable, pero tenia un defecto, podía estallarle en las manos
si no media bien el tiempo de sobrecarga del arma. Un par de disparos cargados
podían sobrecargar el arma y debería de esperar a que se enfriase para volver a
disparar. Cerró su puño, miro a sus hombres y los vio tranquilos. Dentro de
poco empezaría la batalla.
Sven estaba inquieto. Siempre lo estaba
cuando iba a luchar. Mostró sus colmillos, en un acto reflejo de furia. Estaba
deseando entrar en combate, la sangre de Russ corría por sus venas y esta
hervía ante la perspectiva de un combate. Miro y vio justo lo que esperaba. Los
orkos pararon los vehículos y se bajaron de ellos. Los contó de forma rápida,
algo que tras siglos de lucha había aprendido casi instintivamente. Eran una
cincuentena, aproximadamente. Se estaban disponiendo en varias escuadras, unas
cuatro o cinco. Observo a sus cabecillas. De ellos sobresalía un orko
gigantesco, tal vez un noble, un jefe de guerra de aquella partida. Junto a él
había otro, más enclenque, que llevaba una garra de acero, al parecer que se
encajaba en la mano y una pistola de diseño extraño. No seria de esperar que
lanzara algún tipo de rayo, pero seguramente de baja potencia. También vio
otros orkos grandes, que sobresalían del resto, pero no tan grandes como el
otro. Eran los que mandarían las escuadras, pensó.
-
No disparéis hasta que yo lo diga- les dijo a
sus hombres-. Estarán muy cerca, así que apuntad bien e intentad abatir a la
mayor cantidad posible. Usad las armas de combate cuando estén cerca.
Uno de los Lobos asintió. Llevaba un hacha
de energía, lo que le distinguía como algún tipo de veterano, un sargento.
Llevaba un peinado fenrisiano, con el pelo engominado, muy tieso y unas
coletas. Estaban preparados.
Los orkos se acercaban, lentamente. En su
camino hacia el Manufactorum, Sven había dispuesto pequeñas “sorpresas” como
las denominaba. Eran trampas explosivas, algunas ocultas en barriles medio
llenos de combustible. Aquello causaría caos entre los orkos cuando avanzaran e
incluso, con un poco de suerte algunos morirían en las explosiones. El primer
grupo se estaba acercando a uno de ellos.
Estaría formado aproximadamente por unos
doce o quince orkos, liderados por un noble, que les sacaba una cabeza.
Avanzaban con paso lento pero firme, dirigidos por el grande, que iba a la
cabeza. Sven había puesto cargas de cercanía, con lo cual, cuando estuvieran a
corta distancia estas se activarían. Ellas más el combustible, crearían una
bola de fuego que, por lo menos, haría ir más lento a los orkos.
El primer grupo llego a las cercanías de
una de ellas y el barril estallo,
causando una lengua de fuego que atrapó a varios de los pieles verdes. Los
gritos, mezclados con el olor a carne quemada llegaban hasta los
expedicionarios. Pero aún así, los grupos de orkos continuaban su avance.
Sven
los veía, dos grupos en el centro uno a la derecha y otros dos a la izquierda.
Empezaron a disparar. Una incesante lluvia de proyectiles caía a su lado,
rebotando en las vigas metálicas. Los orkos no tenían muy buena puntería, pero
la cantidad de disparos no les dejaba asomar la cabeza. Sven grito, apunto su
pistola y disparo. Un orko, que estaba más cerca de lo que él creía cayó
abatido, con la cabeza rota por el impacto. Los otros, al ver que el viejo lobo
disparaba lo imitaron. De uno de los grupos centrales, varios de los
adversarios fueron abatidos.
-
¡Sacad las armas!- grito Sven- ¡Vamos a cargar!
Aquello si que fue una locura. Sven y la
Manada, armados con sus armas de combate cargaron contra el grupo más cercano.
La lluvia de proyectiles defensivos caía a sus pasos, pero ninguna daba en
ningún explorador. Sven vio como los orkos se preparaban para el asalto. Vio a
uno grande, seguro quien los dirigía y se lanzo con su puño de combate
dispuesto a golpear.
El choque fue brutal, el orko salió
despedido, y la furia, tanto de Sven como de sus acompañantes creció. Se notaba
que eran hijos de Fenris, tanto en la forma de luchar como en su forma de
esquivar. El sargento, con su hacha, derribo a varios de los orkos, que cayeron
al suelo con miembros cercenados. El resto de los exploradores no corrieron
tanta suerte, uno de ellos fue atravesado por una rebanadora y cayó al suelo
echando sangre por la boca, mientras que otro era herido de gravedad, pero aún
así seguía luchando con valentía.
Keller vio la carga y en ese momento dio la
orden a la escuadra Sigil, que estaba en una posición excelente para disparar,
encima de ellos.
La escuadra Sigil comenzó su tarea. Sus
disparos selectivos, hacían caer orkos a doquier por el campo de batalla. En
pocos segundos, hasta una docena de pieles verdes cayeron abatidos por los
certeros disparos de los tiradores.
Los hombres de Keller, con este al frente
salieron de su cobertura y comenzaron a disparar. Un misil impacto en uno de
los vehículos, que voló estrepitosamente por los aires. Rápidamente preparo
otro misil, que fue dirigido hacia otros dos vehículos que estaban muy juntos y
fueron volados. La sorpresa jugo a su favor, y los orkos fueron sorprendidos
desde el flanco por los disparos. Varios de ellos, del grupo más numeroso de la
izquierda cayeron bajo el fuego de los bolters y escopetas. Keller acabo con el
más grande, el jefe del grupo con un par de disparos bien cargados de plasma.
Su pistola se puso en rojo y tardo un tiempo en estar operativa, mientras veía
como los sorprendidos orkos huían del campo de batalla. Pero lo que vio detrás
de ellos no le gusto. Vio a varios orkos de gran tamaño, y entre ellos
sobresalía uno que parecía ser el cabecilla. Intento poner orden en los que huían,
incluso con su garra destrozo a varios que, aterrados, no atendían a sus órdenes.
Mientras la escuadra Efestos, por su lado,
derribaba también a varios orkos. Era el grupo más numeroso, formado por lo
menos por una veintena. Estos iban dirigidos por el orko enclenque, el
mekanico. Aramus ordeno el ataque, saco su rifle de francotirador y abatió a
varios de sus adversarios.
Estos, al ver de la zona que estaban siendo
atacados, se giraron e intentaron cargar. Los disparos precisos de los bolters
y escopetas derribaron a varios, muertos, pero cuando el bolter pesado comenzó
a disparar, lo que fue una carga, se convirtió en una autentica desbandada. Y
el primero en salir por patas fue el mekanico, que al ver como el enemigo
estaba armado, salió corriendo en dirección contraria a los disparos.
Mientras, Sven y los suyos se enfrentaban
contra casi una veintena de pieles verdes. Muchos yacían en el suelo, muertos.
Sus armas estaban llenas de sangre. De los manada de lobo, dos habían caído y
un tercero estaba herido grave, pero aún así se mantenían firmes. También les
ayudaba a esto los disparos certeros de la escuadra Sigil, que abatían a muchos
enemigos.
Keller, por su parte vio como los orkos
grandes se dirigían a su posición. Preparo su puño de combate, iba a probar si
era tan fuerte como Sven para derrotar a un orko.
Disparo su pistola y uno de los tres orkos
grandes cayo al suelo muerto, mientras el resto de su escuadra, rodeándolo,
acababa con los que, después de los actos convincentes de su líder, se habían
unido a este. Cayeron abatidos unos diez, pero aún quedaban en pie, dos nobles
y el líder.
El lanzamisiles disparo a uno de ellos, que
voló por los aires, desmembrándolo.
Keller reto al líder y se enfrento a él,
mientras el resto de la escuadra acababa con el otro noble.
El líder acepto el desafío de Keller.
Aquello seria un combate cuerpo a cuerpo, puño contra puño.
El orko llevaba una garra, acabada en un
gancho afilado. Keller sabia que si su enemigo lograba atraparlo, además de
atravesarlo, lo destrozaría. El comandante miro a su rival. Era grande, más que
los otros, pero su armadura no era muy buena. Su rostro de animal estaba
surcado por heridas, de las cuales salían regueros de sangre. No era pintura,
el mismo se había hecho esas heridas antes del combate y eso era suficiente
para determinar el grado de fanatismo y locura del orko. Nunca había visto nada así,
en todos sus siglos como legionario. Sin duda estaba tocado por el Caos.
Los dos se encararon, se miraron uno a otro. Keller tanteo a su rival, era fuerte, muy fuerte,
pero lo que no sabia era si, por su tamaño, era lento. Si era así podría
derrotarlo. El orko gruño, levantando un akribillador pesado que llevaba en su
mano y disparo a Keller. Este, rápidamente, rodó por el suelo, esquivando la
ráfaga que le lanzo su rival. Llego hasta una improvisada barricada y preparo
su pistola de plasma. Si lograba acertar, podía desarmar a su enemigo y
destruir el akribillador. Respiro hondo y salió de su parapeto. Disparo dos
cargas una normal dirigida al orko y otra sobrecargada a su mano. El orko
grito, una mezcla de dolor y satisfacción. El akribillador, destrozado por la
carga de plasma, cayó al suelo. El rival miro a Keller y se lanzo hacia él con
una furia que solo podía salir del Caos. El enemigo, cegado por la furia
intento golpeara a Keller en su cabeza, pero este, de nuevo, esquivo el ataque.
El gancho pasó casi rozándolo. Era de acero, muy deteriorado, con síntomas de
oxidación, pero también tenia restos de sangre, seguramente de victimas
anteriores que fueron asesinadas por la bestia. Keller se recompuso, y
contraatacó con su puño de combate.
El orko fue levantado del suelo unos metros
y cayó cuan largo era varios metros. Keller lo miro y se preparo para
defenderse.
El orko, aún atontado por el golpe del
puño, se levanto y miro a Keller. Sus ojos estaban inyectados en sangre, con
una furia inmensa.
Ataco. Antes de que Keller pudiera verlo,
le ataco. Suponía que estaba atontado, pero no era así y eso pillo desprevenido
al explorador. Con la mano que no tenia la garra le propino un puñetazo que lo
derribo. El orko grito.
-
¡KHORNE!
Nunca había oído decir eso a un orko y creo
que nadie antes lo había escuchado. Esos orkos eran especiales. Un aura rojiza
envolvió al piel verde, como si un poder más allá de lo real lo estuviera
ayudando.
Keller lo miro. Vio en él el Caos, como se
enseñoreaba y le daba un poder casi de Dios. Volvió a atacarle, golpeándole.
Keller escupió sangre, una sangre rojiza. Algo en su interior debía de haberse
roto, pero su organismo superior, genéticamente preparado ya habría empezado a
curarse. Agachado lo miro de reojo. Por su rejilla que le cubría el rostro,
cubierta de sangre, respiro. Concentro todo el poder de su puño. Ahora se
enteraría ese orko de lo que era capaz un legionario astarte.
Casi sin que el piel verde se diera cuenta,
Keller se levanto y con una velocidad impresionante se lanzo contra el. Lo
único que vio el orko fue una estela negra y verde, que le golpeo. Esta vez el
orko, no salió despedido, si no que fue atravesado por el puño. Keller, casi de
forma instintiva saco el puño, dejando un agujero sanguinolento en donde estuvo
antes su pecho. El orko trastabillo, tocado, herido, pero no estaba todavía
muerto. Intento, de nuevo, engancharlo con la garra, pero fallo, ya que su golpe
no tenia a penas fuerza. Keller volvió a golpear, esta vez en el rostro, que
además de las heridas auto infligidas, se
lleno de más sangre, esta vez de las que le había causado Keller.
El orko se movía como si estuviera
borracho, dando vaivenes de un lado a otro. Intentaba golpear a Keller, pero
este lo esquivaba. Y por fin, harto ya de esquivar, el astarte le propino el
golpe final. Con su mano abierta, llena de energía, le destrozo el rostro.
Keller salto, para atrás, ya que el gigantesco orko cayó casi dejando a él
atrapado.
Respiro, y miro a su alrededor. La batalla
casi había concluido. Sven estaba rodeado de enemigos muertos, podía haber a su
alrededor por lo menos seis o siete, y la escuadra Efestos, o lo que quedaba de
ella perseguía a un grupo de orkos, que al mando del mekanico huían de la
zona. Vio también como varios Manada de Lobo habían caído en combate y como
Sven se acercaba a ellos y les musitaba algo en silencio.
La escuadra Sigil salió a la luz, el
sargento se acercó a él.
-
Comandante, el Manufactorum es nuestro- dijo el
explorador.
-
Bien- pudo articular Keller- ¿Bajas?
-
Un par de hombres de la escuadra Efestos, y
varios de la Manada.
-
Informare al Comandante.
Loken recibió el informe de
Keller. El Manufactorum G estaba a salvo, pero varios de los expedicionarios
habían muerto. Miro a Vipus.
-
Nero, creo que las cosas se han escapado un poco
de nuestras manos.
-
¿Solo un poco?- dijo sarcásticamente-. Si miras
allí comprobaras lo que se nos viene encima.
Loken miro. Vio un gran grupo de Caóticos se
dirigía hacia ellos, solo con ver el color de sus armaduras supo de quienes se
trataba.
-
Radiax, reagrupémonos bajo el bastión- dijo con
una calma asombrosa- díselo a todos los capitanes de compañía, nos retiramos.
Comenzó la retirada de efectivos.
Todos, exceptuando las fuerzas Expedicionarias, que estaban fuera de vista, se retiraron.
Loken se reunió con todos los
capitanes. Tarik y Andalecius se le acercaron, ambos visiblemente enfadados.
-
¡Estábamos venciendo!- dijo el Primer Capitán.
Loken lo
miro y no dijo nada. Fue Nero quien le contesto.
-
Eso es lo que tú crees- dijo- ¡Mira allí!, ves
lo que yo veo, ¿no? Lo mejor es esto reagruparnos y prepararnos para lo que se
acerca.
-
Nero, estaban huyendo- fue ahora Tarik quien
hablo-. Con las Lobas y mis hombres los estábamos forzando a una retirada,
ahora…
No pudo terminar, ya que Loken, esta vez
fue quien contesto.
-
Tarik, no seas tonto, ni tu Andalecius. Ahora
que nos han tanteado nos van a atacar con todo lo que tienen. ¿Que creéis que
ha sido esto? ¿una batalla?, es solo una escaramuza, la preparación de un
ataque más potente, con todo lo que tienen. Yo los he visto, igual que Nero. Ya
están aquí.
-
¿Quiénes?- `pregunto Fabricio, cuya nívea
armadura estaba manchada con restos de sangre rojiza seca.
-
Devoradores de Mundos. Khârn y sus bestias de
combate.
Se produjo un silencio. Nadie dijo nada.
-
Capitanes, yo os he llevado a este punto, todo
lo que esta sucediendo es culpa mía. No lo he visto claro hasta mi
enfrentamiento con Abaddon. Solo os pido una cosa, que me perdonéis. Mi sed de
venganza nos ha llevado hasta aquí. Estamos solos, nadie nos ayudara. Si
tenemos que morir, así sea pero que nadie diga que los Lobos Lunares no
lucharon hasta el final.
-
Por los vivos- dijo Nero.
-
Por los muertos- repitieron a coro el resto de
los capitanes.
Ese momento fue interrumpido por un sonido
metálico, un sonido que hacia retumbar el suelo.
Sejanus, Adelmus y Marcel se acercaban a
pasos lentos, pero firmes al grupo. Los tres dreadnoughts, estaban dispuestos
para el combate.
Sejanus llevaba un aparatoso bolter pesado
en su brazo derecho, mientras que en su izquierdo llevaba un puño de combate
con un lanzallamas y una pesada espada. Adelmus llevaba un cañón de plasma, un puño y un bolter
acoplado y Marcel un cañón de fusión y un puno de combate con otro bolter
acoplado.
-
Estamos preparados- dijo Sejanus con voz
metálica- listos para combatir y desterrar a esos traidores.
Loken los miro. Hasta ahora no había
contado con ellos. Era una buena adición al ataque, ya que los tres tenían la
suficiente potencia de fuego para detener al enemigo.
“El
ataque comenzó, vi como los tres dreadnoughts lo encabezaban. Nunca antes los había
visto y tengo que decir que me impresionaron bastante, sobretodo Sejanus. Había
leído mucho sobre él, fue uno de esos grandes legionarios de todos los tiempos,
junto con Loken, Togarddon e incluso Abaddon. Era un héroe, capaz de inspirar a
las tropas lo que necesitaban, coraje, valor. Y allí estaba, en cabeza,
dirigiendo, como siempre. Los capitanes le seguían, con nuevo y redoblado valor
y junto a ellos iba también Loken, en cabeza. Y delante de ellos, y eso era lo
que realmente me asustaba, estaban siete legiones, siete legiones que en su día
traicionaron sus principios de honor y hermandad. Pero no habían venido solos.
Junto a ellos venían heréticos, la escoria de los planetas que iban
conquistando, dirigidos por apóstoles oscuros, que les inspiraban para
combatir, Demonios, sacados de la Disformidad, dispuestos a alimentarse de
carne y sangre humana y también algo, que hasta ese momento no había concebido.
Eran constructos, seres mitad maquina, mitad demonios y con parte de humanos.
Eran seres que se habían dejado arrastrar por el poder del Caos. Nunca los
podre olvidar y siempre están en mis más horrendas pesadillas.
La verdadera
batalla estaba a punto de iniciarse.”