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lunes, 22 de octubre de 2012

APENDICE II: CAIDA



Actualidad.

El joven inquisidor estaba entusiasmado. Era un gran logro el que había tenido. Por fin había descubierto algo inusual en los perfectos registros del Ordo Malleus. Su prueba era esa, investigar fallos de concordancia en los registros. Y había encontrado algo muy interesante, una escuadra entera del puño contra los psíquicos había desaparecido. La habían borrado, no quedaba vestigio de ella. Pero el escriba, quien había llevado la narración había cometido un fallo. En el texto se hablaba de veinte escuadras de Caballeros, pero en las anotaciones de escuadras solo había diecinueve. ¿Como algo así podía haber pasado desapercibido durante doscientos años?, al parecer nadie se había dado cuenta, o bien no se habían querido dar cuenta. Y él estaba allí delante de su maestro, para contarle lo que había descubierto, ya que formaba parte de su prueba.
      -          Mi maestro, he descubierto una incongruencia de datos en una de la bases del Ordo.
      -          Explícate.
      -          Bien, se supone que hace unos doscientos años, hubo una batalla en un mundo demonio, cuyo nombre no aparece en los registros tampoco, en la cual unos cien Caballeros Grises se enfrentaron. Este mundo estaba consagrado a Tzeencht y la batalla fue brutal. Hubo muchas bajas, pero entre ellas se cuenta la de la escuadra Enhon. Esta escuadra estaba dirigida por el hermano bibliotecario Enhon, quien era la punta de lanza de los Caballeros. Pues bien, después de esto, esta escuadra desaparece de los registros y no se la cuenta ni como superviviente ni como baja, sencillamente desaparece.
      -          Extraño, discípulo, que hayas descubierto algo así.
      -          Estuve investigando sobre Enhon. Era uno de los más poderosos bibliotecarios del Capítulo, cuya fuerza psíquica podía rivalizar con cualquiera de los más grandes campeones.  Cualquier poder psíquico para él era un juego de niños el usarlo. Incluso más que cualquier psíquico del Caos. Pero después de esa batalla en ese mundo desconocido desapareció, no se sabe nada más de él.
      -          ¿Cuál es tu hipótesis?
      -          Algo paso en es mundo, algo que nadie podría esperar. Creo que la escuadra fue destruida, todos murieron.
      -          ¿Y Enhon también?
      -          No puedo asegurarlo, maestro. Puede que sobreviviera y si lo hizo, desde luego que fue una gran proeza, solo cuatro de las veinte escuadras regresaron de aquella misión. El mundo fue Exterminado y catalogado como mundo muerto.
      -          Bien, te has aplicado y has visto más de lo que ninguno de mis discípulos- dijo el maestro-. Ahora retírate.
El chico inclino la cabeza y dio media vuelta, y con cierta presteza salio de la habitación.
El maestro, que era un inquisidor miro al suelo, cerró los ojos y hablo para si.
      -          Hermano Enhon…

200 años antes…

Abrí los ojos y estaba allí, junto con todos. El descenso había sido una locura y ahora, cuando ya estábamos en el planeta lo vi claro. Nuestra misión, la Misión, era terminar con el Demonio de Tzeencht que dominaba aquel mundo. Yo, junto con mis hermanos Caballeros comenzamos a enfrentarnos a los engendros que lo habitaban. Llevaba una armadura de exterminador, acorde a mi rango, como muchos de los que nos acompañaban. Éramos la punta de lanza del Capítulo y debíamos limpiar la zona. El ruido incesante de los disparos de los bolters de asalto solo era acompañado por el siseo eléctrico de las espadas y las lanzas Némesis.
Avanzábamos destruyendo todo lo que se nos ponía por delante, teníamos que avanzar lo suficiente. Las cuatro escuadras que íbamos a la cabeza limpiábamos la zona, mientras, los paladines detrás de nosotros iban purificando los escondrijos y cuevas donde se escondían los demonios. En mi escuadra, además de mi, íbamos cuatro hermanos más. Empuñábamos espadas. Delante vi al hermano Enhon, con su escuadra como iba purificando. Era el bibliotecario, quien dirigía la escuadra. Armados con lanzas Némesis, cortaban a todo enemigo que los incomodara. Pero solo Enhon, sin necesidad de su escuadra era capaz de hacerlo. Llevaba su báculo, y los rayos de pura energía que salían de él destrozaban sus adversarios. Yo podía sentir su poder, igual que él el mio. Y las dos escuadras, en conjunción arrasábamos a todos. Mis exterminadores, con sables Némesis, bolters de asalto y un incinerador no dejábamos nada vivo. Mire a Enhon, cerré los ojos y me comunique con él telepáticamente.

Las escuadras avanzaban. Las armas psíquicas destrozaban a enemigos por doquier, sin necesidad, casi que fueran golpeados. Las escuadras, hasta ese momento, habían tenido pocas bajas, muy pocas y sobre todo las escuadras de Caballeros  con servoarmadura. Los exterminadores habían caído pocos, muy pocos.
Avanzaban, lentamente hacia donde la fuente de Poder era mayor. Allí estaba el Enemigo, a quien  debían de derrotar. Les hablo.
     -          Vosotros sois esos que decís que sois puros, esos Caballeros sin macula. Os llaman Grises, sois poderosos, pero nada podréis contra mi, EEErherom. Soy el sirviente de mi Señor, Tzeentch, El Que Cambia Las Cosas y como yo, también cambiareis. Soy su más poderoso y leal sirviente. Retiraos o sabréis lo que es de verdad el poder de un Dios.

Los Exterminadores abrieron fuego. Las cuatro escuadras dispararon al mismo tiempo, mientras la escuadra Enhon avanzaba, también disparando.

El enemigo los vio, y con de su pico de ave salió un graznido, un sonido ensordecedor, que derribo a varios de los exterminadores. No volvieron a levantarse, sus tímpanos estallaron con aquella cacofonía, desangrándose y reventando el cerebro. Pero aún así, la escuadra Enhon continuaba avanzando intacta. Las lanzas Némesis brillaban con un fulgor especial. La escuadra se preparaba para el ataque.
El servidor de Tzeentch los vio, y alzando uno de sus brazos hizo aparecer, casi de la nada un grupo de incineradores. Y se dirigieron hacia la escuadra de Caballeros.
Enhon y sus caballeros esperaron, y cuando estuvieron a su alcance, una oleada psíquica los invadió. Los incineradores salieron despedidos, algunos ardieron, estallaron y se convirtieron en un amasijo de rayos. La escuadra continuo avanzando, directa hacia su objetivo, el siervo de Tzeentch.
Este al ver la amenaza directa de los exterminadores, voló de su posición y se fue a otra parte de la gigantesca roca. Cubierto por rocas, preparaba su siguiente ataque mágico, una horda de horrores.
Llegaban gritando, y una vez más los exterminadores se prepararon, pero ahora no usaron sus poderes psíquicos. Uno de ellos avanzo y preparo su incinerador. Una llamarada de fuego purificador ataco a los horrores, que ardían. El olor de carne quemada se mezclaba con el del promethium líquido. Y el exterminador seguía avanzando, imparable quemando a todos los enemigos que se le acercaban. Y entonces cayó.
Fue la primera baja de la escuadra. De repente, su vista se nublo, su incinerador ardía sin control y noto como, su vida se le escapaba de sus manos. Sintió hervir su sangre, como le quemaba, como su carne, dentro de su armadura comenzaba a quemarse y entonces cayo al suelo. Un ruido sordo, de metal siguió a su caída, y la escuadra vio como su armadura se fragmentaba en trozos y de ellos solo salía polvo. Entonces oyeron la risa.

Apareció como un fantasma, con una túnica azul, con símbolos de su dios. Pero no era una imagen fija, cambiaba constantemente. El resto de la escuadra avanzo hasta el nuevo enemigo, pero antes de llegar a su altura, un exterminador cayo al suelo quemado. Al enemigo se habían unido más incineradores y horrores.
Enhon, con los hombres que le quedaba, elevo sus brazos. Una brutal onda psíquica partió de él hacia sus enemigos. Los exterminadores abrieron fuego con sus bolters de asalto y mataron a muchos de sus enemigos.
Pero la cohesión de la escuadra estaba rota. Dos Caballeros  habían caído y Enhon y los restantes mataban enemigos, pero cada vez el número aumentaba. Uno de los Caballeros intentó algo desesperado.
Usando el teletransportador de su armadura, intento materializarse al lado del enemigo principal. Pero aquello no salió bien. Sus coordenadas fallaron, y se tele porto directamente en la roca. La mitad del cuerpo sobresalía de la roca, cuando los horrores acabaron con él.
Enhon miro como lo mataban, con destrozaban su armadura y la ira le invadió. Sin pensárselo avanzo, destrozando con su báculo a todo enemigo que se le plantaba delante. Los dos exterminadores supervivientes le seguían de cerca, pero uno de ellos fue abatido por el fuego azulado de los incineradores.
Juntos espalda contra espalda estaba Enhon con su único acompañante.
     -          Están todos muertos, hermano bibliotecario- dijo el exterminador por su casco plateado.
     -          Lo se, solo quedamos tú y yo. Necesitamos matar al Elegido. Tú no podrías con él, así que déjamelo a mí.
     -          Bien hermano, intentare aguantar todo el tiempo que pueda.
     -          Seré rápido, no creas. Si él es poderoso, yo también.

El exterminador disparo su bolter de asalto contra varios enemigos, mientras una marabunta de Horrores se acercaba a él. Blandió su lanza Némesis y varios cayeron muertos. Se concentro y de la hoja salió un brillo de energía psíquica. Se preparo, mientras de reojo veía como el hermano bibliotecario se acercaba a su objetivo.

Enhon fulminaba a sus enemigos y era imparable. Era el Caballero más dotado de todos los tiempos, incluso algunos decían más que Lord Draigo. Dominaba todos los poderes de la Disformidad y allí lo estaba demostrando con creces. Se abría paso hasta su enemigo, aquel gigantesco ser. Lo miro y alzo su báculo. De él salió el poder de mil tormentas, para golpearlo.
     -          Solo eso sabes hacer- dijo aquel ser-. Para vencerme deberás de ser más contundente.
Enhon se concentro y comenzó a recitar. Sus ojos se convirtieron en fuego y de su báculo salió una energía de fuego que esta vez si hirió al monstruo.
Su grito se escucho en todo el planeta, el grito de un ser que sabia que lo iban a derrotar.
Enhon, al ver tocado a su enemigo, lanzo otro ataque. Estaba cansado, sobretodo desde el ultimo, que lo había dejado casi sin resuello, pero debía de acabar con él. Un momento antes giro su cabeza y vio como el ultimo integrante de su escuadra caía abatido por el enemigo, que lo superaba en numero. Y entonces hablo.
     -          Demonio, te voy enviar al infierno de donde has salido. Dile a tu Dios quien te ha vencido, el Hermano Bibliotecario de los Caballeros Grises Enhon. Soy su más enconado enemigo, y no descansare hasta verlo, como a ti, destrozado y muerto.
Y al decir esto, haciendo acopio de sus ultimas fuerzas, lanzo un mortal ataque. Su báculo brillo, cargado de energía y con el, salto hasta el demonio y le clavo el extremo del arma. El cuerpo del demonio fue atravesado por un torrente de fuerza psíquica, acabando con él.
Enhon recupero el resuello. Respiro profundamente.
     -          Muy bien Caballero Gris- dijo una voz en su mente-. Aplaudo tu fuerza y tu destreza. Has acabado con uno de mis más fieles sirvientes. Me a gustado tu forma de luchar, como canalizas el poder arcano. Eres muy fuerte, pero no lo suficiente para mi. Por eso y hasta que estés preparado, te voy a dar un regalo, un don podría decirse. Un regalo del Dios del Cambio.
Enhon se vio de repente como un torrente de energía gigantesco partía del demonio muerto. Intento salir de él, pero se vio empujado, literalmente contra el monstruo. Noto como aquella energía, prácticamente, destrozaba su cordura, y como físicamente su armadura era reducida a un amasijo de ceramita. Lo primero en fundirse fue su capucha psíquica, que estallo, y entonces vio como el torrente atravesaba su cerebro,  y como lo volvía loco. Intento soportar aquel caudal inmenso, pero pronto perdió su fuerza y solo pudo hacer una cosa, dejarse arrastrar y caer.

Recogí al hermano Enhon del suelo. Gracias a él vencimos, ya que cabo con el Gran Demonio que tenia secuestrado aquel planeta. Lo recogimos y nos transportamos a nuestra nave. Estaba mortalmente herido.

Todavía recuerdo las explosiones, que veía desde la nave capital. El inquisidor ordeno un Exterminatus sobre aquel planeta, y su nombre fue borrado de los registros imperiales. Nunca existiría más. Ni tampoco aquella campaña. Solo habíamos regresado cuatro escuadras, el hermano Enhon estaba moribundo en el Apothecarion. Pronto llegaríamos a Titán.



Los sentidos estaban como dormidos, o eso creía yo. Moví un brazo, o me pareció. Intente moverme, pero algo me retenía, no sabría decirlo. Intente otra vez y nada. Entonces me concentre, concentre mi fuerza interior y me libere. Abrí los ojos y estaba en una sala. La reconocí al instante, era el Apothecarion. Debía de salir de allí, algo me lo decía, algo me llamaba. Y lo obedecí.


Llegue tarde. Vi los cuerpos, destrozados de los que fueron mis compañeros. El tubo estaba roto, destrozado. Con mi arma en la mano, corrí siguiendo el rastro de cuerpos. Muchos compañeros cayeron ese día. Y entonces lo vi.
Llevaba una armadura de exterminador destrozada, desarmado, solo con un bolter acoplado. Me disparo.
Instintivamente me agache y respondí a su fuego. Cuando volví a mirar no estaba ya allí, había desaparecido. Pero aún así intente seguir su pista.
Iba hacia una de las cubiertas. No sabía por que pero eso iba a hacer. Lo vi cuando arrancaba la cabeza de un exterminador y le quitaba el casco para ponérselo. Le hable.
    -          ¿Donde vas Hermano?
    -          Fuera- me contesto.
    -          ¡Detente!
    -          No, no puedo. Tengo que huir, tengo que ir, me llama.
    -          No puedes, estas malherido, fuera vas a morir. La tempestad psíquica va acabar contigo.
    -          No lo hará.
Entonces vi como abrió una puerta gigantesca y salió al planeta. Titán esta en batalla continua. Ninguno de nosotros puede salir sin protección. Vi como se alejaba, casi a rastras, hacia el ojo de la tormenta, aquella vez fui la ultima que vi, hace doscientos años al hermano bibliotecario Enhon. Cerré mis ojos y pensé, como hago ahora..

Abrí los ojos. Aquello era distinto para mí. Estaba como en trance. No escuchaba nada a mí alrededor, todo sonido estaba como apagado. Vi como aquel ser me decía algo, que no podía entender muy bien. Deje de concentrarme y entonces lo escuche.
     -          Mira Terghian, esos locos van a cargar.
Mire hacia donde señalaba el exterminador. Llevaba una armadura gris oscura, casi negra y en una de sus manos llevaba una maza y una garra en la otra, con un bolter acoplado que yo le regale hace mucho tiempo. Los vi, vi una mezcla de armaduras blancas y negras como avanzaban hacia ellos. Vi como los Lobos Lunares atacaban a las siete Legiones.

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